Muchas veces ansiedad y estrés se
usan como sinónimos, entendiendo en ambos casos un mismo tipo de reacción
emocional, caracterizada por alta activación fisiológica. El estrés es un
proceso más amplio de adaptación al medio, una respuesta natural y necesaria
para la supervivencia, a pesar de lo cual hoy en día se confunde con una
patología. Esta confusión se debe a que este mecanismo de defensa puede acabar desencadenando
problemas graves de salud. La ansiedad es una reacción emocional de alerta ante
una amenaza. Digamos que dentro del proceso de cambios que implica el estrés,
la ansiedad es la reacción emocional más frecuente.
Los especialistas recomiendan
para todos los casos el entrenamiento en respiración lenta y la relajación
progresiva; confeccionar una lista personal de situaciones que producen los
síntomas anteriormente descritos, anotar posibles soluciones a cada uno de ellos,
imaginar la forma de enfrentarse a dichas situaciones (empezando por la que
produce menos tensión e ir progresivamente ampliándola a situaciones más
ansiosas), intentar practicarlas en la vida real y por último intentar no tener
miedo a lo desconocido, tener confianza y mostrar una actitud positiva ante los
problemas del día a día que puedan llegar a originar las situaciones de ansiedad.
Con todo esto, y progresivamente,
se pueden llegar a conseguir significativas mejoras y poder tener un mayor grado
de autocontrol en los síntomas derivados del estrés.
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