jueves, 26 de julio de 2012

La dieta mediterránea también en verano evita ganar kilos de más

Los cambios de horarios, el calor y las comidas fuera de casa fomentan la modificación de los hábitos alimenticios por otros menos saludables, lo que incrementa la ingesta de productos hipercalóricos. Existen alternativas para afrontar los días de calor que contemplan el consumo de verduras entre dos y cuatro raciones diarias.


El periodo estival es una de las épocas del año en las que los hábitos alimenticios de la población sufren alteraciones importantes, no solo por el tipo de alimentos que se incorporan a las comidas, sino también por la cantidad de la ingesta y el incremento del número de tomas, como sucede con el ‘picoteo’.
Es recomendable tomar tres piezas
de fruta de temporada diarias
como piña, sandía,
melón, mandarinas y naranjas. Imagen: Lisa Clarke.
Por ello, para evitar descompensaciones nutricionales y otros problemas como el incremento de peso es recomendable mantener las pautas de la dieta mediterránea que se han debido seguir a lo largo del año.
Los expertos de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética del Hospital Universitario Ntra. Sra. de Candelaria (HUNSC) recuerdan que tomar una dieta variada normocalórica y la práctica de ejercicio físico, junto con una buena hidratación, permitirá disfrutar saludablemente de las vacaciones.
Si en verano no se modera el consumo de productos hipercalóricos como helados, bebidas alcohólicas, platos precocinados o elaborados con gran contenido en grasa como ‘fast food o comida rápida’, ni tampoco se combina con actividad física, con facilidad se ganará peso si se acumula un exceso de kilocalorías diario.
Por ello, los médicos del HUNSC insisten en que la dieta más adecuada en verano es la dieta mediterránea, haciendo un mayor hincapié en la hidratación para cubrir las necesidades extras del organismo debido al calor y las altas temperaturas, y más si se realiza ejercicio físico. Además, es fundamental tomar entre un litro y medio y dos litros de agua al día, que puede completarse con bebidas acalóricas como té e infusiones frías.
Los especialistas en nutrición y dietética sugieren comer de todo con moderación. Existen alternativas para afrontar los días de calor que contemplan el consumo de verduras entre dos y cuatro raciones diarias (especialmente crudas como ensaladas), así como gazpachos y platos templados, incluyendo además, tres piezas de fruta de temporada diarias como piña, sandía, melón, mandarinas, naranjas, que pueden combinarse como piezas enteras o zumos naturales.
La ingesta de verduras y frutas aportan gran cantidad de agua, esencial para rehidratarse, además de que su contenido en kilocalorías es bastante bajo. El consumo de refrescos debe ser ocasional y en caso de tomarlos, elegir aquellos denominados light o ‘zero’.

Hidratación en niños y mayores

Durante los meses de verano, es necesario prestar una mayor atención a niños y personas mayores en relación a la ingesta de agua. En el caso de los menores, su actividad física se incrementa por lo que los padres deberán vigilar la toma de líquidos y frutas. La mayoría de los pequeños no sienten gran atracción hacia estos alimentos, de manera que un buen método para introducirlos en estas edades es la elaboración de batidos de frutas naturales o zumos. El desayuno es muy importante, comida que debería incluir un lácteo, una fruta y un cereal.
Las personas mayores están incluidas en un grupo de riesgo debido a las deshidrataciones que suelen darse en este colectivo. Por ello, es fundamental que beban agua y se refresquen cada cierto tiempo, sin esperar a que aparezca la sensación de sed.
Fuente:SINC

Una dieta variada mejora la salud de los mayores a través de su flora intestinal

La diversidad de las bacterias que habitan el intestino depende de la alimentación y la forma de vida, y afecta al bienestar físico, sobre todo de los ancianos. Son las conclusiones de un estudio sobre la población irlandesa presentado en Dublín ESOF 2012. Sus autores creen que la microbiota es un marcador de la calidad del envejecimiento y se puede mejorar con una dieta adecuada.


Ya se sabía que las personas mayores sufren con más frecuencia cambios en las bacterias de la flora intestinal. Lo que ahora ha descubierto un equipo de microbiólogos del Reino Unido es que la composición de la microbiota –el conjunto de microorganismos– del intestino está programada por la dieta y se relaciona con el síndrome de fragilidad, según su investigación publicada en Nature. El equipo del estudio ha presentado sus resultados en El EuroScience Open Forum (ESOF) que se celebra en Dublín.
Escherichia coli al microscopio electrónico. Imagen: Microbeworld
“Hemos probado que la dieta afecta a la salud de las personas, y en especial de los ancianos, a través de la microbiota”, indica Paul Ross, uno de los autores. Cuanto más diversa sea la dieta, más ricas son las comunidades de bacterias del intestino y esto, como explica el investigador Fergus Shanahan, mejora la salud: “Las bacterias descomponen los alimentos en ácidos grasos de cadena corta que el colon puede usar como fuente de energía para el resto del organismo. Con mejores bacterias, puedes sacar más energía de tu dieta”.

Diversificar la dieta

Para tener un intestino ‘feliz’, según los investigadores, lo fundamental es comer de todo en las proporciones adecuadas. “La gente debe concienciarse de que no vale con comer cosas light o con pocas calorías, sino diversificar su dieta –insiste Shanahan–. El 90% del cuerpo humano son microbios y su estado marca nuestra salud. Tenemos que alimentarlos bien, comiendo de todo, con menos alimentos procesados y una proporción moderada de pescado y carne”.
El equipo de científicos analizó la composición de los microorganismos fecales de 178 personas de Irlanda con una media de edad de 78 años. Ninguno de ellos seguía un tratamiento antibiótico que pudiera alterar su flora intestinal. Separaron la muestra de individuos en función de la edad, el sexo, residencia –en su casa o en otro lugar– y tipo de alimentación –un grupo tomaba una dieta variada, con más cereales integrales, frutas y verduras, mientras que el otro comía básicamente carnes y pescados–.
Según los resultados, las composiciones intestinales se relacionan con el lugar donde vive la persona, si acude al hospital de día, si sigue un programa de rehabilitación o recibe cuidados asistenciales a largo plazo. Las personas mayores que llevan mucho tiempo recibiendo atención residencial tienen una microbiota menos diversa que las que viven en sus casas.

Sin ganas de comer

“No es que la comida de los hospitales irlandeses sea mala. Los menús ofrecen buenas opciones nutricionales, pero los pacientes escogen muy poca variedad de comidas saludables, probablemente porque son mayores, están enfermos, cansados del hospital y no disfrutan de la comida, así que toman para cenar un té y unas galletas cada día”, aclara Shanahan.
Además, según explica este investigador, “el perfil de la microbiota del paciente, junto con las características de su metabolismo, puede convertirse en un biomarcador para identificar los individuos con riesgo de un envejecimiento menos saludable”. Los autores piensan que este tipo de estudios, además de servir como recomendación para las políticas sanitarias, deben ser considerados por la industria alimentaria para desarrollar productos que mejoren la salud de la gente, sobre todo de la tercera edad.
Fuente: SINC 

miércoles, 11 de julio de 2012

Una hormona preserva la producción de insulina en la diabetes

Los investigadores administraron la hormona, llamada TLQP-21, a ratas Zucker (genéticamente obesas), que poseen una propensión genética a desarrollar diabetes tipo 2. En los animales tratados con esta hormona, mejoraron los niveles de glucosa y la muerte de células beta fue menor.

Investigadores de la Universidad de Duke, en Estados Unidos, han encontrado funciones anti-diabéticas en una hormona que, como la insulina, es producida por las células de los islotes del páncreas.

La nueva hormona estimula la secreción de insulina en ratas y en humanos, y protege las células de los islotes pancreáticos en la presencia de tóxicos. El estudio ha sido publicado en la revista Cell Metabolism.

El nuevo hallazgo proporciona información sobre la supervivencia de las células beta, un tipo de células de los islotes pancreáticos que producen insulina para regular los niveles de azúcar. Así, el descubrimiento podría abrir vías para futuras investigaciones hacia la prevención y el tratamiento de la diabetes tipo 1, y la diabetes tipo 2.
 
 "Esta es la primera demostración de que la hormona TLQP-21 evita el deterioro de las células beta, y estimula la secreción de insulina en presencia de glucosa", señala el autor principal, Christopher B. Newgard, director del Centro de Metabolismo y Nutrición Sarah W. Stedman.

Aunque los investigadores han probado hasta el momento la hormona TLQP-21 solo en modelos de diabetes tipo 2, planean estudiar la hormona en el tipo 1 en futuros estudios. Ambos tipos de diabetes se caracterizan por una pérdida de masa funcional de las células beta: el tipo 1 es una enfermedad autoinmune caracterizada por la pérdida selectiva y progresiva de las células beta funcionales que producen insulina, y es más grave; por otro lado, el tipo 2 es una enfermedad caracterizada por la disfunción de las células beta, así como la resistencia periférica a la insulina. La mayoría de las personas con diabetes tipo 2, eventualmente, llegan a ser insulinodependientes.

"Estos resultados proporcionan una visión novedosa sobre cómo puede ser regulada en el cuerpo la supervivencia de las células beta", afirma la coautora Patricia Kilian, quien añade que "futuros estudios pondrán a prueba cómo afecta esta hormona a la función de las células beta en modelos de diabetes tipo 1".

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