Los Juegos Olímpicos de Sidney volvieron a demostrar que los deportistas diabéticos ya no compiten con desventajas insalvables ante sus rivales. El llamativo caso del británico Steve Redgrave, diabético insulinodependiente, que obtuvo en tierras australianas su quinta medalla de oro olímpica en remo ha servido para derribar los últimos mitos existentes en torno a la incapacidad de los diabéticos para el deporte de alto nivel.
Redgrave no fue el único deportista diabético que triunfó en Sidney. Además de este remero de 38 años —que se inyecta insulina seis veces al día— un deportista estadounidense que padece la misma enfermedad se adjudicó la medalla de oro en natación, precisamente en la prueba más corta de las que se disputan en la piscina.
Gary Hall triunfó en los 50 metros libres y contribuyó a enterrar la creencia de que los diabéticos no pueden ser campeones olímpicos. Tanto Redgrave como Hall sufren la modalidad más severa de diabetes, la llamada tipo 1 o juvenil, que es la que requiere inyectarse insulina a diario.
Pero no son los únicos ejemplos de deportistas diabéticos ganadores de alguna medalla olímpica, por lo que la reflexión no se merece esperar más: ¿Realmente creéis que la diabetes es un obstáculo para poder disfrutar de una vida deportiva plena?
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